GALILEO GALILEI
Patrono del Diálogo entre la Ciencia y la Fe
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Galileo Galilei, el gran sabio de fines del siglo XVI y principios del siglo XVII ha sido el paradigma de los ateos y racionalistas para poner de manifiesto el "Conflicto entre la ciencia y la religión", particularmente representativo según ellos de la actitud retrógrada y oscurantista de la Iglesia Católica "enemiga del avance del espíritu humano y de la ciencia" Su famoso juicio ante la Inquisición respecto al sistema heliocéntrico del mundo y cuyo resultado fue su abjuración ante este tribunal y su prisión permanente en su castillo de la población de Arcetri, ha sido puesto como ejemplo de que las concepciones religiosa y científica de nuestro universo están en pugna permanente y que esta pugna la ha ido ganando pasa a paso la ciencia con sus métodos objetivos, realistas y experimentales de estudiar la naturaleza, eliminando uno a uno los 'huecos' en que la Iglesia ha ido escondiendo a Dios y de donde la ciencia lo ha ido desterrando inexorablemente.
Por lo tanto suena extraña, y algunos dirían incluso ridícula la reciente propuesta del Vaticano en boca del Cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, de nombrar, precisamente a Galileo como Patrono del Diálogo entre ciencia y Fe. Así que "Después de haberlo perseguido, ¿ahora pretenden apropiárselo? dirían estos racionalistas a ultranza, ¡Que cinismo! como escribió un calumnista, perdón, un columnista recientemente en un periódico de circulación nacional.
Sin embargo, quien estudie el caso con objetividad y conozca un poco la biografía de este gran genio y la situación política, religiosa y científica de su tiempo, no podrá menos que considerar la propuesta no sólo muy afortunada sino completamente adecuada pues nadie mejor que él, Galileo Galilei para presidir este diálogo pues supo enseñar incluso a los teólogos de su tiempo –y a los de tiempos futuros- la forma correcta de entender las Sagradas Escrituras cuando hablan de temas que caen en el campo de las ciencias naturales, y de tener una idea clara, precisa y meridiana de la actitud que hay que tener a este respecto.
En primer lugar hay que dejar en claro que "El Caso Galileo" no fue un enfrentamiento entre la Ciencia y la Religión como si de dos contendientes en terrenos distintos se tratara. No era un ateo o racionalista forcejeando con los teólogos rígidos y oscurantistas de la Iglesia. Galileo era católico creyente y practicante, y como consta en sus escritos, nunca estuvo su fe en entredicho, ni él nunca tuvo dudas como consecuencia de sus estudios, al contrario, para el, sus descubrimientos sólo servían para poner de manifiesto la grandeza de las obras de Dios. Su actitud se expresa luminosamente en su Carta a la Gran Duquesa Cristina donde expresa –palabras más, palabras menos- "Entre el libro de la naturaleza (el Universo) y el libro de la Revelación (la Biblia) no puede haber contradicción, pues ambos tienen al mismo autor"
Por otro lado, su 'contrincante' no era "La" Iglesia, ni sus 'amigos' los racionalistas o 'libre pensadores' de su tiempo. Sus contrincantes eran algunos de los teólogos católicos de su tiempo, tan católicos como el mismo Galileo, y entre los mismos teólogos, Galileo tenía muchos amigos que estaban de acuerdo con lo que el pensaba. Así que el 'conflicto' se desarrolló completamente en el seno de la misma Iglesia y los participantes de ambos bandos eran católicos creyentes y practicantes que defendían cada uno sus puntos de vista. Tan fue así, que la condena inquisitorial final no fue firmada ni por el Papa, ni por tres de los 10 miembros del Tribunal del Santo Oficio (o sea 3 a 7 fue la votación). Así que en realidad, a lo más que se podría decir es que fue un pleito interno, de familia, que los enemigos posteriores de la familia lo han sacado de contexto y de proporción.
Por otro lado, Galileo supo entender la diferencia de método y de objetivo entre la ciencia y la teología y cuando sus enemigos personales, que además eran teólogos, sacaron las escrituras para demostrarle que sus ideas sobre el movimiento de la Tierra estaban equivocadas, él les contestó muy acertadamente: "Las sagradas Escrituras nos enseñan como se va al Cielo, no como va el Cielo" Esto es, La Revelación, como las enseñanzas del Magisterio Eclesiástico son norma en lo que se refiere a materias de fe y moral, pero en lo que se refiere al funcionamiento de la naturaleza, esto hay que aprenderlo directamente de la misma naturaleza y si en algún momento, un descubrimiento científico, bien respaldado por los datos parece estar en contradicción con algún texto bíblico, entonces hay que buscar una interpretación alternativa al texto bíblico en lugar de la interpretación literal.
Esto que nos parece natural en nuestros tiempos de ciencia y tecnología omnipresente, en tiempos de Galileo sonaba como 'revisionismo' a muchos oídos –pero no a todos, pues como dijimos antes, muchos teólogos, incluyendo al propio Sumo pontífice Urbano VIII coincidían en muchos puntos con las tesis de Galileo- razón por la que fue denunciado al Santo Oficio.
Galileo comprendió perfectamente cuales eran los campos propios de ambas ciencias, las naturales y las teológicas y cuales debían ser las relaciones entre ambas: mutuo respeto y subordinación de cada una en el campo específico de la otra. Así como la ciencia no debe pretender que se utilicen sus métodos y sus instrumentos en el campo de los fenómenos sobrenaturales, la teología no debe entrometerse en el campo de la ciencia para imponer conceptos teológicos o sobrenaturales en los mecanismos operativos de los fenómenos naturales.
Muy importante distinguir en este punto que la religión SI tiene que decir –y mucho- sobre como se hace la investigación y como se aplican sus desarrollos cuando estos inciden en aspectos que atentan contra la dignidad intrínseca del ser humano y contra sus derechos naturales. Los aspectos éticos y morales de la actividad científica y tecnológica y de sus aplicaciones SI SON competencia del Magisterio Eclesiástico.
Pero volviendo al "Affaire Galileo" nadie más adecuado que este sabio gruñón y refunfuñante, ácido en las respuestas a sus críticos, de pluma y lengua afiladas y ágiles para encontrar epítetos y analogías en sus discursos y escritos, pero con una brillante claridad sobre cada una de estas disciplinas, para convertirse en el Patrono de este diálogo entre ambos campos de estudio y conocimiento y que en realidad son dos aspectos de una misma realidad trascendente que siempre tiene esas dos vertientes la natural y la sobrenatural y en las cuales Galileo Galilei supo navegar airosamente.